Ante el Insulto

En una ocasión Buda comenzó a ser insultado muy acremente por un adversario. Buda le miró en silencio y en ningún momento se disipó la hermosa semisonrisa de sus labios. Extrañado, uno de sus discípulos le dijo:

  1. Señor, te insultan tan violenta e injustamente y tú, empero, ni pierdes la calma ni dejas de sonreír, ¿cómo es posible?
  2. Muy simple, querido mío, los demás pueden insultarme cuando quieran, pero yo no recibo el insulto. Si alguien te quiere hacer entrega de un objeto, pero tú te niegas a cogerlo, él se queda con el objeto y no tú.

El Sabio declara: ante el halago o ante el insulto,
permanece imperturbable como el loto.

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