Carrera...



Cuentan que una vez, la liebre osó desafiar a la sabia tortuga a una carrera por los alrededores del bosque.
La liebre, de pura apurada, apenas la tortuga consintió tamaño disparate, se puso a entrenar. Era seguro que ganaría, pero de todas formas quería ser la más rápida.

Por fin llegó el gran día. Tortuga y liebre, enfrentadas, empezaron la carrera, de cara a los curiosos animalitos, que al enterarse no quisieron perderse el espectáculo.
La liebre salió a pasos agigantados perdiéndose entre los arboles. La tortuguita, a paso lento, bordeaba el camino y sonreía a los espectadores. Tan lento iba que los animalitos se cansaron y comenzaron a retarse a ver quién podría alcanzar a la liebre.
La carrera duró tres horas. Triunfal, la liebre hizo el tramo final ''contorneándose y segurísima de sí misma, mientras los animales murmuraban extasiados, queriéndose todos parecerse a ella. Bueno, no todos, porque muchas tortuguitas se quedaron a esperar a su sabia compañera que, firme en su andar, seguía la caminata.
A ella le tomó dos dias hacer el trayecto que tan velozmente la liebre había recorrido en pocas horas. Cuando por fin llegó, ahi estaba la liebre, y sus secuaces, para reirse de ella, de lo lenta que era y lo loca que estaba... que cómo había aceptado enfrentarse a la gran liebre.
La tortuga miraba en silencio y se sonreía. La liebre enfurecida, no entendía el porque de tanta sonrisa, ¡si no había nada para festejar!
'¿Cómo que no hay nada para festejar?-' respondió la tortuga. '¡Claro que hay, y mucho! ¿Vos crees que ganaste la carrera solo por llegar primero? creo que estas muy equivocado'.

Entonces la tortuga le explicó, cómo en esos dos días había aprendido a descubrirle infinitas formas a las nubes, como se había matado de la risa cuando una mariposa se posó en su caparazón y se quedó allí a descansar. Le contó sobre los diferentes tipos de árboles, cómo los fue saludando a cada uno de ellos y preguntádoles el nombre. Los árboles, disfrutando de la atención que nunca reciben, le contaron los secretos que guardaban en las ramas. Aprendió que la lluvia de rocío es la mas suave de todas, que la luna nunca muestra dos veces la misma cara, y derramó unos lagrimones cuando despuntó el amanecer.
Entretanto los animales eufóricos se fueron callando, y la liebre comenzó a sonrojarse, tanto como un tomate, mientras aumentaba su vergüenza.

'¿Vos crees que ganás la carrera sólo por llegar primero?'- repitió la tortuga, ahora ella triunfal. 'Te confundiste, resulta que el camino es siempre más provechoso, y las lecciones más importantes uno las aprende viajando...
¿De qué te sirvió llegar primero si no pudiste disfrutar de ninguna de estas cosas?

Nunca entenderé tu apuro de llegar antes, si de todas formas ibas a llegar...



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